Mi vida se resume en un constante aparentar que no cometía errores, la perfección era mi cruz.
De niña no se me permitía ser inferior, debía ser perfecta. Mis notas debían ser dieces. No había lugar para el error. Todo el tiempo me sentía frustrada, odiaba decepcionar a mi padre.
Me enseñaron que debía ser condescendiente con todas las personas, incluso con quienes no me agradaba estar. Mi madre fue una niña golpeada, con un padre alcohólico, por lo que casarse fue una forma de escapar de la locura. Se casó con mi padre, un hombre que fue abandonado de niño por su madre, golpeado por su padre; y vuelto a rechazar por su madre en la adolescencia.
Mi padre es una persona controladora, machista y maltratador psicológico. Por otro lado, mi madre siempre fue sumisa aceptando los maltratos, engaños y sometimiento de mi padre.
Crecí en un hogar de escasos recursos, aunque nunca me ha faltado ropa, comida y donde vivir.
Confianza en mí misma es lo que nunca tuve. Cerca de los 8 u 9 años un primo o tio quiso abusar sexualmente de mí. Esto hizo que me aislara y no confiara en nadie para hablar de la situación. Sólo al llegar a DA. Teniendo 33 años concurrí por primera vez a DA acompañada de mi esposo, luego de la tercera caída en la deuda y gasto compulsivo. Puedo recordar que en la adolescencia recurría a la mentira cuando sentía que no llegaba a cumplir con las expectativas de la gente. Todo tipo de mentiras, sea para ocultar una mala nota, un llamado de atención en la escuela secundaria, un novio que no estaba a mi altura, un embarazo no deseado, deudas, gastos, y la lista se hacía interminable. Siempre recurría a la mentira, siempre estaba mal mi accionar por lo que siempre lo ocultaba, hasta donde podía. Comenzando mi primer trabajo tuve mi primera cuenta bancaria, tarjeta de crédito y préstamos pre-aprobados. A estas alturas estaba en pareja con un ex compañero de la secundaria, quien terminó siendo mi esposo.
Siempre tuvo hábito de ahorro, eso a mí me molestaba porque me sentía presionada para hacer lo mismo, pero yo no ahorraba. Sólo gastaba. Por lo que cuando quería comprarme algo no se lo decía, ocultaba lo comprado y si me había endeudado también lo ocultaba. En una situación de celos me pidió que renunciara a mi puesto de trabajo, lo que acepte. Pero no le dije la totalidad de mis deudas. Sin trabajo intentaba pagar deuda con deuda, las cartas llegaban y hacia malabares para ocultar todo. Me endeudada, sacaba préstamos, intentaba hacer negocios, robaba nuestros ahorros o los de mis padres. Así sucedió que caí en una gran deuda y explotó en mis manos, era claro que no se puede tapar el sol con un dedo.
Mi familia y esposo me ayudaron.
Intente por todos los medios no volver a endeudarme, pero al cabo de unos meses todo comenzaba de nuevo. Ya empleada en otra empresa volví a caer en la deuda y gasto compulsivo hasta que volvieron a descubrirme.
Nuevamente me ayudaron. Con mi esposo nos hemos separado en varias oportunidades por mi compulsión. Sentía que él no me valoraba por lo que acudía a otros hombres virtualmente para sentirme mejor, esto nunca funcionó, mi vacío estaba en otro lado. Nunca me sentía plena ni conforme conmigo misma. La tercer y última recaída fue la más dura. Perdía todo: mi esposo, mis hijas, mi familia, sin contar las cuestiones materiales, mi casa, negocio, camioneta, y endeudada con casi todas las personas más cercanas.
Mi esposo encontró DA en internet y acepte asistir a la reunión presencial en la sede de Flores, Buenos Aires. Sabía que algo no andaba bien en mí. Pero no entendía que era. Estaba devastada, vivía en un infierno, no dormía por las noches y lo peor es que mi hija mayor sentía que gastar compulsivamente estaba bien. Seguí las sugerencias de mis compañeros, de a poco, aunque también vivía violencia en mi hogar, un intento de suicidio, mi vida era un descontrol. Me separé de mi esposo y fui a vivir a casa de mis padres… La suma de todas estas cuestiones hizo que yo tocara fondo. Había perdido todo. Aun así, seguía asistiendo al grupo presencial y vía Skype. De a poco todo se fue acomodando, mis gastos, mis deudas, mi familia.
Todo gracias a que acepte a un Poder Superior a mí misma. Ahora vivo con mi esposo e hijas, trabajo diario en el programa. Descubrí trabajando los pasos que mi Poder Superior es quien salvó mi vida. Acepto quién soy, me quiero como soy. La verdad es mi arma, porque contra la verdad no hay nada. Acepto y reconozco mis errores. No aceptó malos tratos ni menosprecio de parte de nadie. El rencor y resentimiento hacia mis padres se disipan, trabajamos de a poco nuestra relación para que sea sana y pacífica. Estoy terminando de pagar mi última deuda.
Desde hace un año y medio que no he incurrido en deuda, un día a la vez. Me siento en armonía y Serena. Desde que conocí DA no me sentí más sola ni juzgada. Pude abrirme y descubrir quién soy. Sentirme capaz de manejar dinero con las herramientas que el programa me proporciona, ser honesta con los demás y conmigo misma y saber alejarme de las personas que no me hacen bien. Mi hija comenzó a generar su pequeño ingreso y ahorrar, ese es un logro enorme que se lo debo a mi PS. Hoy identifico cuando hay algún factor activando mi enfermedad y recurro a mi PS y a mi Madrina para serenarme, ella siempre tiene las palabras justas y he aprendido mucho de ella con cariño. Mi Poder Superior me acompaña a diario y aprendí a escucharlo para saber qué es lo mejor para mí. El me sostiene y mantiene solvente.
Aun no entiendo cómo podía vivir en toda esa locura. Lo que sí sé es que allí no quiero volver.
¡¡Gracias DA!! Alejandra