Dos vidas

Soy un deudor en recuperación, nacido en México. Llevo asistiendo dos años al Grupo de Deudores Anónimos, practicando las herramientas y los pasos.
Vengo de una familia de artistas, gente dedicada al arte y el entretenimiento. Por todos lados brota arte y adicciones. Una familia como la mía, no se puede dedicar a frivolidades como el dinero o al menos, eso fue lo que quise entender.
De niño le robaba dinero a mi mamá para comprarle dulces a mis amigos. Me daba satisfacción caerle bien a todos. Tuve una infancia inestable por el divorcio de mis papás, pero no la pasé tan mal.
Mis problemas empezaron cuando mi papá seenfermó de los riñones. Esta enfermedad lo
llevó hasta la muerte, fueron cuatro años en dondemi vida se iba derrumbando al verlomarchitarse poco a poco.
Al cumplir los 12 años mi papá dejó este mundo.
Me quedé muy solo, demasiado. Crecícon la imagen de un Dios castigador. No entendía qué cosa tan mala pude haber hecho para que me arrancaran a mi padre, que era tan maravilloso.
Ese día decidí que le iba a hacer la guerra a Dios como venganza. Fueron días duros, mi entrada a la adolescencia, mi madre ingresando a rehabilitación por alcoholismo y al mismo tiempo, yo entrando a ese mundo. El dinero escaseando por momentos.
Fueron días muy oscuros para un adolescente que vivía dos realidades; la de mi escuela de un status socio económico medio-alto y mi casa con escasez. Con todo este frenesí, recuerdo mi primer trabajo en la agencia de publicidad de un tío.
Dos veranos trabajé ahí haciendo de todo un poco. Ahí descubrí la importancia de ganar dinero, y, sobre todo, gastarlo.
Con mi primer sueldo, compré una caja de habanos mismos que llegué a fumarme en mi casa; con sólo el primero vomité, pero qué importaba, tenía 16 años y yo me los había pagado. Fue una época muy dura para mi familia cercana.
Mi hermana mayor se mudó con nosotros después de un divorcio y a ella le robaba cigarros. Fui creciendo sin control, pero afortunadamente con habilidad para los deportes y me apasioné por el futbol americano, eso me salvó de convertirme en un delincuente juvenil.
Terminé la preparatoria como pude. Era un pacto que había hecho con mi padre. Antes de fallecer, fue a hablar con los sacerdotes de mi escuela y ellos se hicieron cargo de pagar mis estudios. Esto en vez de darme gusto y gratitud, me dio vergüenza. Ser uno de los “becados” no estaba bien visto, no era lo “in”. Nunca invitaba a nadie a mi casa, era yo el que iba a casa de mis amigos.
 
Esta diferencia económica entre mis compañeros de escuela y yo fue creando un deseo intenso en mí, “nunca voy a ser pobre.”
Lo que no me daba cuenta es que mi personalidad adictiva ya se había apoderado de mí.
Entré a estudiar teatro por sugerencia de una tía que me dijo –“Aunque no vayas a ser actor, te va a servir para tu vida.”- Ahí fue donde descubrí mi vocación.
Decidí ser actor, tenía 20 años y el mundo delante de mí. Hoy que tengo 49 años, veo que tomé decisiones basadas en mi miedo a la pobreza.
Comencé a estudiar teatro, pero vi que me iba a morir de hambre. Se abrió una opción en una escuela de una de las televisoras más importantes de mi país e ingresé. Al año y medio conseguí que me dieran un dinero mensual por estudiar y ahí empezó mi caída libre al precipicio de adicciones.
Tenía dinero y podía comprar lo que yo quisiera. A los 24 años llegué a un grupo de Alcohólicos Anónimos con mi vida destrozada, sobre todo con una profunda soledad del alma. Ahí conocí los Doce Pasos, contrario a todas las opiniones, salí adelante viviendo en el Solo por Hoy, me aferré a los Doce Pasos y a esos compañeros que me dieron su mano para ir caminando junto a ellos. Mientras más le entraba al programa, mejor me iba.
Era un gran negocio esto de los Doce Pasos. Llegó mi primera tarjeta de servicio, no le entré al crédito porque había algo que me decía que tuviera cuidado, con la de servicio no había “problema”. Tienes diez, gastas diez, no pasa nada…
Me empezó a ir cada vez mejor sobrio, cada vez más dinero, no importaba en qué lo gastaba. Bueno sí importaba, coches, restaurantes y mujeres. Era un ganador, además ya no bebía. Lo que no me daba cuenta en ese momento, es que mi sueldo se iba casi íntegro en pagar la tarjeta que usaba, ahora ya utilizaba crédito, el platino era lo mío.
Cada vez que sacaba esa tarjeta para pagar algo (todo) sentía cierto placer, como un cosquilleo en la panza, me daba status.
Tenía un sueldo fijo, trabajara o no. Vivía en el paraíso, de eso me di cuenta, una vez que me despidieron. Recién casado y recién corrido de esa empresa a la cual le había dedicado diez años de mi vida. Estaba profundamente resentido. Llegó una gran oportunidad para
irme a los Estados Unidos y me embarqué en esa nueva aventura y mejor pagado aún, como Freelance.
El trabajo que fui a hacer resultó un gran fracaso y sólo duró seis meses. Al regresar a mi país se evidenció el mal manejo financiero y empezó a ser una constante las crisis económicas, iba de una a otra, gastando en cosas que no había que gastar, eso sí mi tarjeta plateada seguía saliendo según yo para “emergencias”, tan buen pagador resulté que me ofrecieron la Black. Esa tarjeta que solamente a muy pocos le ofrecían.
Lógicamente, terminó por ganarme, no pude pagar la cuota mínima porque era demasiado alto. Conservé esa invitación por mucho tiempo. Así pasaron los años, la inestabilidad económica que yo generaba al ser un gastador y deudor compulsivo, hizo mi matrimonio muy infeliz. Cuando no alcanzaba a pagar lo de mi tarjeta, iba y pedía prestado, se volvió un círculo vicioso. Todo el tiempo discusiones por dinero y esa incertidumbre que genera la inestabilidad económica. Gastaba en lo que no debía, hubo buenas rachas de entrada de dinero y pobre hábito de ahorros.
Mi fondo llegó en España, fue muy curioso, porque me había convertido un pobre con dinero. Lo que llegaba a mis manos se iba para cubrir todo, menos mis necesidades. Mi guardarropa era el mismo de hacía quince años, eso sí, nunca dejé de asistir a mi grupo.
En una de esas noches frías de invierno en Madrid, compartí en mi Grupo de AA mi situación con el dinero, de cómo entraba mi sueldo y se iba íntegro a México, tenía unos cuántos Euros para mi supervivencia, vivía en uno de los mejores barrios de Madrid y pasaba por mí un chofer cada vez que tenía que trabajar y yo solamente tenía un par de Euros para la semana.
Al final de la junta, se me acercó un compañero y me invitó un café. Me habló de Deudores Anónimos, de lo que me decía, todo encajaba. Se parecía mucho mi modo de actuar a lo que este compañero me decía. Me llevó a mi primera junta de DA. Supe lo que tenía, era un deudor compulsivo.
Sólo por Hoy me mantengo solvente, aún sigo con deudas después de dos años, pero sigo en pie, ya no viviendo dos vidas, sólo una; la mía con mi Poder Superior. Esa que quiere que viva en plenitud y sobre todo en paz.
 
Gracias
J. Anónimo